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“KABILIA” LEYENDA DE LA ENCANTA DEL CASTILLO DE AZUEL.

En 1143, con el reinado de Alfonso VII por parte de Castilla y León, y de los Almorávides por parte de Al-ándalus, sucedió un hecho memorable en el lugar que hoy se conoce como Azuel, y que con el tiempo llegaría a transformarse en la leyenda de la “Encanta de Azuel”.

Por aquellos años el poder de los almorávides estaba en retirada hacia el sur de la península. Dos años más tarde, en 1145 caía Marraquech capital de los almorávides. En el año 1150, los almohades (la nueva dinastía) ocuparon Al-ándalus.


Esta situación de semi-abandono en las fronteras de Al-ándalus, provocó que los cristianos castellanos desde su capital en Toledo, hicieran incursiones en el Campo de Calatrava y en zonas de Sierra Morena. Su intención era buscar una ruta para saquear Fahs-al-ballut (Llano de las bellotas o Los Pedroches) y además dividir las tropas fronterizas de defensa de los musulmanes.


El caudillo de la Taifa de Córdoba era Aben-bu-Zuel. Al enterarse de que un ejército cristiano había entrado en tierras cordobesas por Almodóvar, el puerto de Niefla y el río de las Yeguas, se trasladó con el grueso de su ejército hasta la torre defensiva que tenían en “el guijarro del Castillo”, por ser la fortaleza más cercana a la incursión.


El ejército cristiano, después de bajar un trecho el río de las Yeguas, remontó el arroyo del Navaltorno para acampar y hacer noche en lo que hoy sería Azuel. Los musulmanes dejaron a las mujeres y una pequeña guardia en la atalaya del Castillo. Entre las mujeres que acompañaban al ejército moro se encontraba Kabilia, la esposa principal de Aben-Zuel. Mujer aguerrida, bella, alta y morena azabache. Su origen era bereber y de ahí su fortaleza y belleza física.


A la mañana siguiente el ejército cristiano levantó el campamento y se encaminó por la orilla del Navaltorno para cruzarlo por la embocadura del Burcio (donde actualmente está el puente de la antigua carretera). El ejército de Aben-Zuel se dejó caer cerro abajo pensando en la victoria, pero los cristianos trazaron unas cuerdas entre las encinas y matorrales de la parte baja de “El Burcio”, esto hizo que la caballería musulmana llegara descolocada al encuentro con los soldados cristianos. Muchos de los caballos se pararon de golpe con las cuerdas-trampa, y aquellos que lograron saltarlas perdieron a sus jinetes. Nuño Alfonso venció en la batalla de Azuel y cortó la cabeza de Aben_Bu-Zuel para presentarla en Toledo a la vuelta como signo de victoria. Una parte de los moros huyeron en desconcierto y desbandada para refugiarse en el Castillo.


Nuño Alfonso ordenó al grueso del ejército que acampasen en la junta del arroyo con el regajito, y con un destacamento se dirigió a saquear el Castillo.

Las mujeres musulmanas fueron avisadas por los soldados que escaparon con vida.

Kabilia había perdido la protección de Aben-Zuel, pero sin apenas llorar por la muerte de su marido, optó por tender una trampa a los cristianos que se atrevieran a acercarse al castillo. La pequeña fortaleza del Castillo no era segura para un ataque; ya que estaba en un estado ruinoso y con pocos soldados que la defendieran. Su idea era hacer una fiesta para dar la bienvenida a los vencedores, emborrachar a los cristianos, matarlos por venganza y regresar a Córdoba.

Kabilia salió a la puerta para rendirse a Nuño Alfonso. Junto a ella había un grupo de unas cincuenta mujeres que acompañaban a los caballeros principales y unos veinte soldados que habían escapado de la batalla. Todo lo que había de valor en el castillo fue reclamado por Nuño Alonso como pago a los vencidos. Kabilia así lo ordenó, y el tesoro junto con muchos vestidos y armas fue empaquetado en baúles y cargado en una recua de mulas. En cambio, las joyas, las monedas de oro y plata, y algunas piedras preciosas fueron escondidas previamente en la torre.


Kabilia, muy astuta, ofreció a Nuño Alonso una comida y vino con la intención de emborracharlo y vengarse. Los cristianos haciéndose los borrachos se quedaron a dormir tras la fiesta. Todos estaban advertidos por Nuño, que se hizo el dormido en el regazo de Kabilia. Ésta cuando vio que dormían le quitó la espada con intención de matarlo. Lo mismo hicieron las otras cincuenta mujeres. Pero en el momento que alzaban las espadas al aire fueron sujetadas por los cristianos. Algunos historiadores señalan aquí, que más de un cristiano se quedó dormido de verdad y, al no tener tiempo de reaccionar, perdió la cabeza literalmente.


Kabilia y las mujeres,como represalia por la trampa, fueron encerradas en la torre del homenaje y quemadas vivas. Kabilia, que se había refugiado en el hueco de la escalera donde tenía un pequeño escondite, debió utilizar, sin duda, algún arte de magia o brujería para no morir, ya que era reconocida practicante de la quiromancia. No quedó totalmente ilesa, porque las piernas se le quedaron atrapadas entre las ruinas y cenizas al derrumbarse parte la torre. La malformación de las piernas hizo que, de allí en adelante, se tuviera que desplazar arrastrándose como una serpiente. Al curarse se le quedaron convertidas en una cola de serpierte.


Aquella misma noche, Kabilia convertida en “encanta” se le apareció entre sueños a Nuño. Mientras ella cantaba le ofrecía en sus manos el tesoro de joyas, monedas y piedras preciosas que había escondido. Nuño se levantó sonámbulo y fue andando hasta el castillo. Con el rabillo de los ojos le pareció ver una cola de serpiente que se le ceñía en torno a la cintura. Cuando amaneció en el campamento de los castellanos, rápidamente se le echó en falta y se dirigieron al castillo. Entre las ruinas encontraron, además de los cuerpos calcinados de las mujeres musulmanas, el cuerpo sin vida de Nuño Alfonso al que le faltaban todas sus entrañas: corazón, pulmones, hígado y demás vísceras.


Mientras montaban el cuerpo de Nuño en un caballo, para llevarlo a enterrar en la tierra cristiana de Toledo, se escuchó el eco de un canto muy bello y envolvente que procedía del interior de las rocas. Los hombres comprendieron que se trataba de un encantamiento o brujería, y se alejaron lo más rápido que pudieron del guijarro en que se encontraba el Castillo de la Encanta. Así es como a partir de entonces se le comenzó a llamar a aquel lugar.


La ruta de Sierra Morena a través del río Yeguas se abandonó definitivamente después de estos hechos. Los Castillos de Azuel y de Torreparda cayeron en el abandono y olvido por parte de musulmanes y cristianos. Unos porque estaban en retirada y temían el ataque definitivo a través de Badajoz o Jaén, y otros porque temían a aquella tierra salvaje de lobos y osos de la que nada bueno se podía esperar.

Durante cuatro siglos toda esta comarca estuvo fuera de las rutas entre Andalucía y La Mancha. La leyenda de la encanta había sido olvidada.


Al terminar la Edad Media y comenzar el Renacimiento en el siglo XV concluyó la tarea de conquistar toda la península entre castellanos y aragoneses. Se expulsaron los musulmanes y judíos repartiendo sus tierras entre los nobles que participaron en la contienda. Se abren nuevas rutas para el comercio, el trasiego de ganados y de viajeros. En el tramo de Azuel coincidían dos caminos nuevos para cruzar Sierra Morena desde el valle del Guadalquivir: uno procedente de Montoro, y otro de Andujar con dirección a Almodóvar del Campo de Calatrava.


Los pastores y comerciantes comienzan a pasar por esta comarca. Enseguida comienza a circular la noticia de que en las inmediaciones de la venta de Azuel, desaparecen personas durante la noche y son encontradas sin entrañas a la mañana siguiente. Todos los que atraviesan la zona de noche, escuchan unos cantos o quejidos de mujer que les horrorizan y atraen a la vez. Los que escapan de la encanta en el último momento, cuentan a los demás su versión de los hechos:

“ Una encanta, mitad mujer, mitad serpiente, se aparece en sueños a los cristianos varones ofreciéndoles un valioso tesoro compuesto de monedas, joya y piedras preciosas, que en tiempo de los moros escondió entre las ruinas de un abandonado castillo. Éstos de forma sonámbula se trasladan hasta las ruinas guiados por un dulce y extraño canto. Allí se despiertan y ven una bella mujer medio desnuda que los incita a sentarse junto a ella. Cuando se acercan descubren que la parte inferior de la mujer es una cola de serpiente; pero ya es demasiado tarde para escapar.”


La encanta es sin duda Kabilia, la esposa de Aben-Zuel. Sobrevive al paso de los siglos gracias al alimento que recibe de las entrañas de sus víctimas; pero sobre todo por el vigor que le aporta la sangre fresca del corazón, su tajada favorita. La malformación que se le produjo en el incendio del castillo, hizo que el amasijo de carne y huesos de sus piernas terminasen transformándose en una cola de serpiente. Esta cola con el tiempo se ha ido alargando y cubriendo de cerdas y piel acorazada. En esta parte tiene tal fuerza que le permite reptar con gran rapidez. También le permite apresar a sus víctimas para terminar estrangulándolas. Se desplaza a través de un circuito subterráneo de socavones y túneles que van desde su guarida hasta los caminos cercanos. Emite unos cantos muy armoniosos que atraen sobre todo a los varones adultos. Tiene tan desarrollada la inteligencia y el poder de la mente, que puede hacer que la desee cualquiera y manipular los sueños de sus víctimas. Sus sentidos del tacto, olfato, oído y vista superan al de muchos animales.


Ante la falta de cristianos, que ya no se acercaban por miedo, la encanta comenzó a devorar ovejas. Los pastores que frecuentaban las dehesas, echaban en falta de cuando en cuando alguna cordera. Al día siguiente la encontraban estrangulada, abierta en canal y sin entrañas. Ello lo atribuían a la gran población de lobos que había en el barranco. Nadie se daba cuenta de que quien las devoraba era la encanta. A partir de aquel cambio de dieta, ningún hombre ha vuelto a desaparecer misteriosamente. Aunque si fueron muchos los que soñaron con ese ser fantástico y con su fortuna. La historia fue cayendo de nuevo en el olvido. Con el paso de las generaciones la leyenda se transformó en cuento y se le restó veracidad.


La explicación de su decadencia, retraimiento y casi olvido, se debió sin duda, a que Kabilia tenía unos seiscientos años cuando se empezaron a establecer los primeros pobladores definitivos de Azuel, allá por finales del siglo XVIII. La vieja bruja ya no tenía fuerza, ni física ni mental, para atraer a los zagales que empezaron a colonizar el barranco. Pastores, porqueros, piconeros y carboneros, procedentes en su mayoría de Villanueva y Añora, allí construyeron sus chozas y formaron una pequeña aldea en lo que hoy se conoce como Azuel. En esta época, la encanta emplea su decadente energía, en arrastrarse a través de los socavones hasta la aldea para intentar encantar y capturar algún hombre. Los intentos son casi siempre fallidos. La encanta se recluye en una sima entre las rocas graníticas del castillo. Sus últimos alimentos debieron ser lagartos y serpientes. La vejez y la mala alimentación fueron haciendo mella en su longevidad, que no podía prolongar ya con sus artes mágicas y de brujería.

Desde hace unos ciento cincuenta años, no ha vuelto a salir del cerro del Castillo, ni se la ha vuelto a ver ni sentir. Debe estar en un estado de hibernación-momificación. Tan solo hay una noche en cada año que se asoma al mundo de los vivos: la noche de San Juan. Esa noche de brujería, y justo en el momento del alba, sale de las entrañas de las rocas para peinarse sus largos cabellos a los primeros rayos del sol. En su soledad, alzará el rostro desafiando al rey astro. Olfateará las esencias de jaras, romeros, tomillos y algún rastro de animal nocturno. Después buscará entre las lejanas encinas algún sonido del cercano pueblo de Azuel, allá en la junta del Burcio con el Regajito: cruces de espadas, entrechocar de escudos, relinchos de caballos, gritos y proclamas (ella paró el tiempo en 1143). La nostalgia de glorias pasadas provocará unas lágrimas casi secas en sus huidizos ojos, pero conservan el mismo odio vengativo contra los cristianos que mataron lo que más amaba en este mundo: Aben bu Zuel.


Hasta hace unos treinta años era frecuente, que muchos mozos del pueblo, siguieran soñando con el tesoro que los moros dejaron escondido en el castillo de Azuel o en el de Torreparda. Algunos de ellos, los más atrevidos, fueron sonámbulos hasta las ruinas, pero retrocedían ante la aparición de la “encanta”. Desde entonces nadie ha vuelto a soñar con ella, ni con el tesoro. Sabemos que Kabilia existió, que se transformó en “encanta” y prolongó su vida durante siglos; pero no sabemos si se ha extinguido o cuando se extinguirá su poder.


Quizá tenga que caer en el olvido durante algún tiempo para volver a surgir de sus cenizas. Nosotros, por nuestra parte, tendremos que aprender de nuevo a soñar con los cuentos, las leyendas y la fantasía. La vida es un ciclo y todo vuelve a renacer más tarde o más temprano. Ella lo sabe y está esperando a que nos durmamos y soñemos para poder encantarnos:


“En medio del día el cielo se oscurecerá,

el agua colmará ríos, lagos y mares,

el viento levantará las piedras,

se abrirán abismos en la corteza terráquea,

los volcanes escupirán fuego y barro.

Y entonces surgiré más radiante que nunca.

Nada me detendrá.

Escamas de metal, pechos de diamante,

labios letales y látigo de serpiente.

Seré más fuerte que los cimientos de la tierra.

Vendréis a mí entre sueños.

Faro de los noctámbulos.

Todos me amarán y luego me odiarán.”


FIN


Nuño Alonso camino del Castillo de Azuel.


Kabilia y sus doncellas despiden a Aben-Bu-Zuel.


Batalla entre Nuño Alonso y Aben-Bu-Zuel.


Nuño Alonso corta la cabeza de Aben-Bu-Zuel y la muestra a Kabilia.


Kabilia recibe a Nuño Alonso en el castillo con la pretensión de emborracharlo.


Kabilia se aparece en sueños a Nuño Alonso mostrándole un tesoro.


Kabilia corta la cabeza a Nuño Alonso.


¿Era Kabilia o era una Encanta (mitad mujer mitad serpiente)?


Kabilia aparece entre las ruinas del Castillo de Azuel convertida en encanta, duerme a los soldados cristianos y les devora las entrañas como venganza por la derrota de Aben-Bu-Zuel.

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